Opinión
¿Podrá Rusia mantener a flote al régimen?

Por: Analítica.com │ Twitter: @Analitica

Algunos en Venezuela creen que la Rusia de Putin es la misma de Stalin, quien a través de su dominación militar sobre muchos países, consolidó lo que se denominó la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Pues bien, después del colapso del comunismo, se desmembró este temible imperio y surgieron infinidad de pequeñas repúblicas cada día más independientes de Moscú, como las repúblicas bálticas y Georgia y Ucrania, esta última, candidata a entrar en la Unión Europea.

Es cierto que Rusia conserva gran parte de su arsenal atómico, pero el famoso caso de Chernobil, mostró su fragilidad. Hoy Rusia tiene una economía industrial que apenas supera la de España, y si lo vamos a medir en términos del PIB por habitante, ese país lo supera por mucho.

Pero Rusia tiene, residuo de la II Guerra Mundial, algo de singular importancia, su derecho al veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y, además, una capacidad tecnológica que le ha permitido hackear elecciones en algunos lugares del mundo, lo que no es cosa despreciable.

Ahora bien, sus principales rubros de exportación son el petróleo y el gas, por lo cual es vulnerable a los cambios de precios de esos hidrocarburos, y en menor medida otro rubro de exportación son los equipamientos militares, pero no se ven en el mundo carros, televisores o electrodomésticos rusos, cosas que si existen en países más pequeños, como por ejemplo Corea del Sur, para no hablar de gran parte de los países europeos.

Rusia tiene además un problema económico y financiero derivado de las sanciones de EEUU y de Europa, impuestas cuando Putin auspició la invasión a Crimea y a territorios que formalmente permanecen a Ucrania y a Georgia.

Lo que si sabe hacer Putin es actuar como el abejorro que se especializa en molestar al gobierno norteamericano, pero que no tiene cómo enfrentarlo, ni militarmente, ni mucho menos económicamente.

Por ello, el periplo de Maduro a Moscú solo significó muchos papeles y comisiones de trabajo para planificar ayudas que difícilmente se materializarán. Lo que si tuvo que oír Maduro fue el reconocimiento del propio Putin a la Asamblea Nacional y un consejo o una recriminación por no estar sentado alrededor de la mesa de los noruegos.

Por cierto, sin ningún, pudor, Maduro dijo hace poco que si los noruegos lo invitaban él retornaría, dócilmente, a sentarse a la mesa de negociación.

¿Y entonces en qué quedará la mesita de noche que inventó?

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