Cómo fue el fallido atentado contra Perón en Caracas

• La llamada Revolución Libertadora les encargó la misión a los mismos militares que llevaron en secreto el cuerpo de Evita a Milán

Las presiones del gobierno de la Revolución Libertadora (16 de septiembre de 1955 / 1° de mayo de 1958) para que Juan Domingo Perón abandonara su exilio panameño antes del comienzo de la reunión de presidentes americanos de julio de 1956 a la que asistiría el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, llevaron a que, gracias a los contactos hechos por el empresario Jorge Antonio, el ex presidente pudiera instalarse en Caracas el 8 de agosto de ese año junto con su nueva compañera, María Estela Martínez​, que actuaba con el nombre artístico de Isabelita.

La Libertadora había decidido atentar contra la vida de Juan Domingo Perón. Le encargaron la misión al coronel Héctor Cabanillas y al sargento primero Sorolla, la misma dupla a la que se le había encomendado el “traslado” clandestino del cadáver de Evita al cementerio mayor de Milán bajo el falso nombre de María Maggi de Magistris.

Cabanillas, un antiperonista fanático, ya había planeado y participado en dos atentados fallidos contra Perón.

Sorolla se ganó de tal manera la confianza de Perón que lo acompañaba en sus caminatas diarias portando su pistola 45.

Felipe Pigna

HISTORIADOR

Por aquellos días de 1957, Cabanillas le dio una orden precisa a su estrecho colaborador: tenía que hacerse pasar por un peronista rabioso hasta caer preso. Una vez detenido, debía fingir una crisis nerviosa para ser trasladado al hospital y de allí fugarse a Montevideo con la ayuda de su socio en la desaparición del cuerpo de Evita, el coronel Hamilton Díaz.

La noticia del “preso peronista” fugado comenzó a correr y, como se pretendía, llegó a oídos de Perón. Desde Montevideo, Sorolla llegó en un accidentado viaje por tierra a Caracas en abril de 1957 y fue a ver al General, quien lo recibió como a un héroe de la resistencia.

Al creerlo desamparado, terminó contratándolo como mecánico y guardaespaldas. Sorolla se ganó de tal manera la confianza de Perón que lo acompañaba en sus caminatas diarias portando su pistola 45.

Juan Domingo Perón, en un dibujo del maestro  Hermenegildo Sábat. / Archivo

Juan Domingo Perón, en un dibujo del maestro Hermenegildo Sábat. / Archivo

El 22 de mayo, Sorolla hizo contacto con funcionarios del gobierno argentino de la Revolución Libertadora, que le entregaron la bomba que debía colocar debajo del motor del Opel del General, junto con un papel que le indicaba que el atentado debía concretarse el 25 de mayo: era la forma en que la Libertadora pensaba celebrar la fecha patria.

Sorolla le dijo a Perón que había recibido una carta de Buenos Aires donde le anunciaban que su madre estaba muy grave y que tenía que emprender el complicado regreso sorteando a los esbirros de la dictadura. Perón le creyó y hasta le ofreció dinero.

La noche del 24 también se despidió de su “amigo” el chofer Isaac Gilaberte, no sin antes decirle que se quedara tranquilo que le iba a hacer unos ajustes al motor para que todo quedara perfecto para la jornada del 25, en la que Perón estaba organizando un gran asado.

Felipe Pigna

HISTORIADOR

El diario El Nacional de Caracas escribió del 28 de mayo de 1957: “Una bomba de tiempo, que se supone fue conectada a medianoche al sistema de encendido del motor, estalló a las siete y cinco de la mañana del día sábado dentro del automóvil del ex presidente Juan Domingo Perón. El proyectil estalló ruidosamente haciendo volar la tapa del motor del vehículo cuando el chofer Isaac Gilaberte iba en busca del ex mandatario. El pequeño carro se incendió a medias por la explosión y 82 ventanas se fragmentaron en 17 departamentos de tres edificios de la cuadra”.

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Perón y el hombre que tantas veces había querido matarlo se vieron las caras en septiembre de 1971. El coronel Cabanillas tenía la misión de entregarle a su acérrimo enemigo el cadáver de Evita, de “Esa mujer” a la que había odiado con tanta prolijidad.

Fuente: El Clarín

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