Opinión
¿Cúcuta, despensa de los venezolanos?

Por: Mario de Jesús Zambrano Miranda/ Docente de la universidad Libre

Indiscutiblemente, la frontera de Cúcuta y su área metropolitana con Venezuela es dinámica en todas las dimensiones: sociales, económicas, culturales y políticas. El trasegar histórico ha evidenciado una indicotomizable relación económica, que necesariamente no ha sido armónica siempre, sino más bien fluctuante, fragmentada y oportunista. 

Las fluctuaciones están asociadas a bonanzas económicas del petróleo del vecino país, la búsqueda de opciones laborales y los cambios en la actividad económica en general; es fragmentada, ya que no se ha caracterizado por un proceso planeado y continuo, sino más bien por los altibajos no solo económicos, sino políticos, diplomáticos y sociales.

Cabe señalar que han existido apuestas para configurar un territorio anudado por acuerdos comerciales, por zonas de integración fronteriza y otras perspectivas de procesos de integración, que infortunadamente no se han consolidado; y es ‘oportunista’ dado el aprovechamiento de momentos efervescentes que facilitan la obtención de beneficios de los cazadores de rentas: el diferencial cambiario, las tarjetas Cadivi, las carpetas y las economías sumergidas.

La historia de esta relación es un péndulo que a veces se tizna de amnesia y doble moral, aún en los periodos de tiempos cortos. Es un péndulo que se mueve de acuerdo con la velocidad que le imprima la ‘crisis’ permanente, condición explicativa de todo el acabose y a la vez vacuna que inhibe ver más allá de las narices; ese movimiento oscilante se da con movilidad de la fuerza laboral en ciertos momentos hacia Venezuela (la época pujante y las obras de infraestructura) y con ellas el consumo (época dorada del petróleo y los subsidios del gobierno) beneficios de remesas de colombianos que desde Venezuela  hacían a Colombia, y también con la continua devaluación del bolívar  que el 19 de noviembre del 2013, el diario El Tiempo titulaba  como: Éxodo de clientes hacia Venezuela golpea a Cúcuta . 

También los momentos importantes cuando los venezolanos venían a comprar a granel a Cúcuta y no pedían rebaja, como jocosamente comentan algunos comerciantes en la ciudad con cierta nostalgia y humor. Y no se puede olvidar el refugio venezolano para muchos de los desplazados del conflicto armado colombiano.

Este eterno retorno estoico (más que Nietzscheano) de la frontera se presenta esta vez bajo la explicación o producto de una crisis económica y política profunda que vive Venezuela, y la frontera como espacio vital de relaciones sociales intrincadas es el epicentro del encuentro de dos formas de desarrollo y arquitectura institucional disimiles que al tropezar en la frontera generan una especie de turbulencia social llena de incertidumbre, en especial por las implicancias en el plano local. 

En este escenario de crisis caracterizada por un flujo migratorio fuerte, xenofobia, solidaridad y presión social, las apreciaciones se dividen en dos líneas, los que tienen una mirada negativa y apocalíptica, y lo que consideran la situación como un reto y por tanto como una gran oportunidad.

MIGRANTE EL CHIVO EXPIATORIO

Frente a la primera perspectiva es la más fácil de identificar, cae en los lugares comunes y los prejuicios necesarios para que los políticos populistas pesquen en río revuelto, y tiene adhesiones de la sociedad motivadas y defendidas desde una moralina poco rigurosa, pero muy convincente, los efectos negativos de la migración se interpretan en inseguridad, pérdidas de empleo e incertidumbre social que tienen su chivo expiatorio en el migrante, pero se imposibilita recordar (tiznados de amnesia) que hace poco se hacía lo mismo desde estas latitudes. Y las soluciones que se derivan de este esquema (simplificación que propongo) van desde muros, limpiezas de impíos (construcción social del otro) como si fuese un problema estético, y rememorar al gran padre castigador, una especie de deformación Hobbesiana parroquial de la frontera.

La segunda línea cargada de cierto optimismo, ve la situación crítica como una oportunidad para hacer los cambios necesarios y tener unas mejores condiciones materiales en el territorio, búsqueda de mercados, cambio en la cultura empresarial y ciudadana, la generación de capital social para propiciar proyectos colectivos de toda índole. En la ciudad conviven esas dos perspectivas generalizables a todo tipo de actor social y ciudadano de a pie, pero en términos del actual contexto comercial de la ciudad con el afluente de migrantes, ¿con qué perspectiva debe asumirse?, la negativa o la cargada con cierto positivismo. Podría decirse que ninguna de las dos.

Hay varios hechos que desde una oteada coyuntural pueden entenderse como efectos positivos, la llegada de remesas a venezolanos a la ciudad tiene su lado bueno, ya que se abastecen muchos de los hermanos venezolanos de víveres, alimentos, medicamentos entre otros, para satisfacer sus necesidades básicas, y por otra parte las empresas que venden estos bienes y servicios en la ciudad tienen utilidades importantes, esta situación genera circuitos económicos virtuosos y ciertas economías externas que desde la foto del momento (coyuntura) son positivas. 

También es clave mencionar que las remesas que se usan en inversión suelen ser estratégicas. Es bueno señalar que el Banco de la República, indica que la llegada de remesas creció, en 2018, llegaron 52 millones de dólares, y para finalizar este año una cifra igual o mayor, muchos de estos recursos se usan en la compra de bienes en Cúcuta por parte de los migrantes.

Es importante decir que, aunque Cúcuta es de un costo de vida bajo comparada con otras ciudades capitales, cuando se observa el IPC los aumentos que ha tenido, en parte han sido jalonados por el componente de alimentos, lo cual llama la atención, ya que los incrementos pueden darse vía demanda, especialmente consumo, y es indiscutible el papel de la migración pendular que ha sido parte de la cotidianidad de la ciudad tanto por los pasos legales como ilegales. 

Pero vivir de este corto plazo y la coyuntura no es más que un espejismo, un eterno retorno de alegrías efímeras y victorias pírricas, de nostalgias inmovilizadoras, el desarrollo no se puede soportar de circunstancias y mucho menos de las tragedias. Por eso no debe asumirse la actual situación en los extremos negativos y en el optimismo inocuo, tampoco la coyuntura efímera, sino pensar estratégicamente a largo plazo, juntar voluntades y actores del territorio para conjugar acciones que lleven a un lugar común posible y probable.

A manera de ejemplo se debe crear las condiciones reales para convertirnos en una verdadera despensa de alimentos para el mercado nacional y venezolano, hay que juntar el saber: ingeniería de alimentos de la Universidad de Pamplona acreditada de alta calidad y el Sena, aprovechar las zonas rurales de Cúcuta, el conocimiento de los migrantes venezolanos o ser una ciudad inteligente donde el desarrollo tecnológico transversalmente impulse el progreso de varias industrias. 

Hay que soñar y concretar conjuntamente y no seguir viviendo de la inmediatez y la utilidad fugaz del oportunismo, hay que aprender de la historia de esta frontera y no perder la memoria colectiva, para no caer en lo que Charles Darwin decía: la historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia, y más que la historia, los errores de los pueblos.

Fuente: La Opinión

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