¿Quién puede odiar a una enfermera?

• Profesionales de la salud han sufrido conductas discriminatorias por miedo a que puedan suponer un foco de contagio de la COVID-19

El Venezolano Colombia | Agencia Sinc

Alguien dijo “tengo miedo de tu miedo”. El comportamiento de una persona asustada ante la amenaza invisible que nos acecha –el SARS-CoV-2 o coronavirus– puede ser de lo más irracional.

Si a eso le sumamos el largo confinamiento, la incertidumbre y, en general, el giro que han dado nuestras vidas, podemos entender ciertas conductas, pero hay una línea roja que se ha traspasado.

Es posible que estas circunstancias hayan llevado a una serie de personas a la colocación de carteles amenazantes hacia los profesionales sanitarios que luchan sin descanso contra la COVID-19, una acción a caballo entre la inconsciencia, la ignorancia y el delito.

Esos repugnantes hechos han sido minoritarios y censurados por la opinión pública, pero han supuesto un mazazo para los receptores de las amenazas y sus compañeros

En algunos casos, se trata de un folio pegado en el portal, incluso en el que se reconoce la contribución del enfermero, médico, técnico, celador o limpiador, pero en el que se le invita a mudarse a otro lugar, a abandonar ‘su casa’.

En los más graves, la hostilidad se ha plasmado en forma de pintada insultante en el coche de una ginecóloga de Barcelona. Por fortuna, esos repugnantes hechos han sido minoritarios y censurados por la opinión pública, pero eso no implica que no hayan supuesto un mazazo para los receptores de las amenazas y sus compañeros.

Los profesionales sanitarios que trabajan contra la epidemia, de los que unos 260.000 son enfermeras o enfermeros, han visto con sus propios ojos el sufrimiento de los pacientes, de las personas que se quedaban sin una cama de UCI y, por tanto, sin esperanza; también la llegada de los más jóvenes y sin patologías previas y, por supuesto, la muerte de muchos de ellos.

Desde el punto de vista anímico el precio está siendo altísimo, pero saben que su lucha tiene sentido. Mueren decenas de miles de personas, pero sobreviven muchas más. Lo que resulta intolerable es que alguno de esos compañeros sanitarios, cuando llegue a casa agotado y frustrado, tenga que leer un cartel que le pide que se mude a otro lugar, como un apestado. 

Los desalmados que se esconden tras esos carteles y pintadas deben saber que, además de machacar a un profesional, están pudiendo cometer un delito de odio que es denunciable, perseguible y punible, como han dejado claro los representantes de la Policía Nacional.

Dolor entre los sanitarios

Conocer esos casos de enfermeras y médicos amenazados ha generado en los profesionales un sentimiento de rabia y dolor hacia esas actitudes insolidarias de unas personas sin un ápice de humanidad y sentido común.

Esos sanitarios a los que quieren tener lejos de sus casas están jugándose la vida por la sociedad a la que sirven. Se han expuesto al virus sin protección para cuidar y tratar a ciudadanos anónimos. ¿Creen ustedes, autores de los carteles, que ellos no tienen miedo? Ya han muerto varios compañeros suyos. También ellos tienen familia.

Esos sanitarios a los que quieren tener lejos de sus casas están jugándose la vida por la sociedad a la que sirven. Se han expuesto al virus sin protección para cuidar a ciudadanos anónimos

Sufren la enfermedad en sus carnes. Según nuestros datos, más de 70.000 enfermeras se han podido contagiar en su puesto de trabajo por carecer de los equipos de protección más elementales –mascarillas, EPIs o guantes–.

Los profesionales sanitarios son conscientes de las estrictas medidas de higiene que deben observar cuando vuelven de su centro de trabajo para no contagiar a nadie. Son los primeros interesados en que la COVID-19 no cause más víctimas. No exigen más que respeto.

Estoy convencido que los cobardes que pegan los carteles –también hacia una cajera de supermercado– son una exigua minoría que no representa el sentir de los vecinos del inmueble, ni de esa sociedad que se rompe las manos a aplaudir cada tarde a las ocho. Son pocos, pero no gozan de impunidad.

Animamos a todas las enfermeras y enfermeros que reciban cualquier tipo de mensaje ofensivo o intimidatorio a que denuncien los hechos inmediatamente. El Consejo General de Enfermería y todos los colegios provinciales tienen sus equipos jurídicos siempre a disposición de los profesionales y, en este caso, se redoblarán esfuerzos para que no quede sin castigo ningún ataque.

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