La historia de muchos “panas” en Colombia que puede cambiar

• La sociedad colombiana sabe lo que significa migrar y, por lo tanto, comprende el valor que tiene favorecer procesos de integración económica y social de los migrantes

EV COLOMBIA | LA SILLA LLENA

No es fácil migrar. Nunca lo ha sido. El desarraigo, los choques culturales, el desprendimiento de familiares y amigos, el frío, el hambre, son sólo algunas de las palabras más comunes entre las personas que deciden trasladarse a otro país.

Hay muchos tipos de migrantes y las condiciones en las que se desplazan varían significativamente. No es lo mismo tener que caminar cientos de kilómetros a la intemperie, como sucede con la mayoría de personas venezolanas que se trasladan a Colombia y otros países de la región, para llegar a un lugar a vivir en condiciones de hacinamiento y precariedad; a llegar con un trabajo, protección social, vivienda, documentos que regularizan su situación legal y facilitan la llegada de la familia acompañante.

Pero este último caso, sólo lo viven unos pocos privilegiados. La gran mayoría de las personas migrantes en el mundo enfrentan situaciones muy complejas que, en el mejor de los casos, responden a la capacidad desbordada de gobiernos, organizaciones internacionales, empresas y sociedades de acogida para gestionar situaciones humanitarias complejas.

En el peor de los casos, a la xenofobia, medidas autoritarias y la indiferencia de las comunidades receptoras que, antes de reconocer el drama que viven cientos de personas, las estigmatizan y segregan.

SITUACIÓN COMPLEJA Y ESPARCIDA MUNDIALMENTE

La magnitud del problema es global y muy grande: según Acnur,“al final de 2019 alrededor de 79,5 millones de personas habían sido desplazadas en el mundo, como resultado de persecución, conflicto, violencia, violaciones a los derechos humanos o eventos que alteraron gravemente el orden público”.

El 85 por ciento de ellos fueron acogidos por países en desarrollo. Por eso, es fundamental que las sociedades y los gobiernos aborden el tema migratorio, no sólo de manera reactiva, o con miedo, sino como una realidad que ha caracterizado a la humanidad a lo largo de su historia, que impone retos, indudablemente, pero que también genera oportunidades, aporta diversidad y enriquece culturalmente a las sociedades de acogida.

En el caso colombiano, los migrantes venezolanos que han llegado al país, lo han hecho, en su gran mayoría, para quedarse. Es la primera vez que enfrentamos un fenómeno de tales magnitudes, sí, pero también es cierto que en las últimas décadas los colombianos hemos sido migrantes, por lo que hoy más de 5 millones de compatriotas viven en el extranjero (de acuerdo con el Ministerio de Relaciones Exteriores, en 2016 con base en el Censo de 2005, estimaba cerca de 4,7 millones de connacionales en el exterior).

Por eso, como sociedad, sabemos lo que significa migrar y, por lo tanto, comprendemos el valor que tiene favorecer procesos de integración económica y social de estas personas.

Colombia no lo está haciendo mal. Lo que pasa es que no es fácil asumir el reto de integrar a los más de 1,7 millones de personas que, de acuerdo con Migración Colombia en su reporte de septiembre de 2020, han llegado desde del vecino país. El país ha hecho esfuerzos significativos que han sido altamente reconocidos a nivel internacional para que, por ejemplo, más de 200 mil menores migrantes pudieran acceder a educación primaria y secundaria durante el último trimestre de 2019, y para que más de 178.000 niños, niñas y adolescentes venezolanos, pudieran ser atendidos en el sistema de salud en 2019. Además, muchas autoridades locales y empresarios han diseñado programas de acogida, formación, atención social y empleo de jóvenes y población vulnerables.

NO OBSTANTE, SUBSISTEN RETOS SIGNIFICATIVOS

La dimensión de la integración económica es fundamental, como se señala en elABC de la Integración Económica de la Población Venezolana, presentado recientemente por el Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de Usaid y Acdi/Voca. La búsqueda de oportunidades de trabajo es, de lejos, la principal razón para migrar que señalan millones de jóvenes venezolanos. En este aspecto, sin embargo, subsisten brechas y barreras individuales, organizacionales y del entorno que limitan el acceso a oportunidades económicas por parte de la población migrante venezolana, que se deben entender y superar.

De entrada, el desconocimiento del empresariado sobre la existencia y el alcance de documentos de formalización laboral y la exigencia innecesaria de visas de trabajo, cuyo valor en muchos casos los migrantes no pueden pagar, incentiva aún más las condiciones de informalidad. Luego, las dificultades y costos de validar estudios tanto en Venezuela como en Colombia, se traducen en una subutilización de competencias laborales de población migrante con estudios universitarios y de posgrado. Esto, acompañado de la imposibilidad de validación de la experiencia laboral, como consecuencia del cierre de muchas empresas en Venezuela y de los cambios de los datos de referencias laborales, se convierten en barreras en muchos casos insalvables para que puedan conseguir un empleo calificado. 

Por otro lado, aún no se logra que la población migrante haga un mayor uso de la oferta formal de intermediación laboral que ha diseñado el Estado colombiano y otras organizaciones sociales. Si a lo anterior se suman la estigmatización y rechazo cultural que enfrentan algunos jóvenes venezolanos, la situación se vuelve crítica en algunas ciudades y municipios, lo cual incluso deriva en tensiones sociales.

PERO SE PUEDEN HACER MUCHAS COSAS

El país está lleno de ejemplos valiosos de empresas, gremios y gobiernos que han adoptado medidas efectivas para aprovechar las capacidades y el talento de la población venezolana que se pueden replicar y ampliar. El caso deDugotexes uno de ellos: mediante la generación de alianzas con la banca y empresas prestadoras de salud se ha logrado la vinculación de casi un centenar de personas venezolanas, que corresponden a cerca del 10 por ciento del personal de la empresa.

El trabajo no se ha limitado a ofrecer empleo, sino que la empresa ha trabajado para superar barreras institucionales de acceso a servicios financieros y sanitarios, y ha facilitado el acompañamiento psicológico de estos trabajadores, entre otros aspectos. El establecimiento de un comité interno de migración, así como de cuotas de migrantes, entre otras acciones, han sido clave para lograr la inclusión de esta población, con múltiples beneficios para ambas partes: la posibilidad de que estos trabajadores puedan crear una carrera profesional, una baja rotación, el incremento en ventas, el mejoramiento de atención al cliente, así como del clima laboral.

Entonces, sí se puede. ¡Y se debe hacer! Flexibilizando la acreditación de títulos y los mecanismos para demostrar la experiencia laboral, incorporando cuotas de migrantes, introduciendo mejoras a las plataformas de búsqueda de empleo que permitan generar confianza en las empresas, asegurando condiciones laborales dignas a la población migrante con perspectiva de género y diversidad, sumándose al ecosistema de empleo inclusivo, se podrían multiplicar las oportunidades. Los sectores de restaurantes, comercio y construcción son vitales, pues en estos se concentra un porcentaje muy grande de la población venezolana económicamente activa. 

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